Fin al secreto bancario del vaticano.
Podría tratarse de una broma pero, francamente, no lo es. Los escándalos acuciantes relacionados con la Banca Vaticana parece que han soliviantado el espíritu de ambas partes que ha quedado plasmado en un acuerdo de transparencia fiscal firmado el pasado miércoles 1 de abril de 2015 por el responsable de Asuntos Exteriores de la Santa Sede y el ministro de finanzas de Italia, lo que comporta a grandes rasgos que el Vaticano haya dejado de ser un “paraíso fiscal”.
Este acontecimiento conlleva que el banco entregará automáticamente a la Hacienda italiana todos los datos de las personas físicas, sociedades, diócesis, organizaciones católicas y órdenes religiosas con residencia en Italia. En esta línea, y en la del propio Papa Francisco se ha pronunciado George Pell, el nuevo secretario de Economía del Vaticano: “La transparencia es la mejor medicina”. A partir de ahora, ninguna persona ni física ni jurídica residente en Italia podrá ser evasor fiscal; además, el Banco del Vaticano especificará el importe de las retenciones sobre intereses, de este modo, se convierte, al igual que todos los bancos italianos, en colaborador del fisco.
Finalmente, se suscitan una serie de dudas cómo la insuficiencia en las pronunciaciones de las partes implicadas en relación a la retroactividad de este nuevo acuerdo que puede suscitar controversias en un futuro no muy lejano. Y por último, esa abnegación que se parece vivir en la OCDE en todo lo atinente a la transparencia, cuando quizás debió abrirse la caja de Pandora mucho antes, considerando que la existencia de paraísos fiscales se daba porque en la cara de la misma moneda existían los infiernos fiscales.